Al llegar este tiempo hermoso, lleno de esperanza, abramos de par en par la ventana del corazón, y como una novia enamorada asomémonos a mirar en el horizonte de la Fe al Esposo que se acerca…
Si, el Señor viene de nuevo a ratificar su mirada de elección sobre nosotros los consagrados, para invitarnos, precisamente en este año especial de la Vida Consagrada ,a volver al Amor Primero, al enamoramiento de los días hermosos del llamado, del discernimiento, del Sí de nuestra Profesión Religiosa…
El desierto va a transformarse en jardín, en edén del Señor , y el letargo , la rutina , el desánimo, el desencanto que a veces merodean en el huerto interior del alma, pueden ser desterrados y el sequedal convertirse en manantial y nuevo gozo, nueva primavera, certeza de la elección y de la mirada de predilección de Señor sobre nosotros volverá a iluminarnos…
Sólo tenemos que alzar humildes las manos y clamar con el Espíritu y la Iglesia Esposa : «VEN,SEÑOR JESÚS
En estas cuatro semanas de Adviento entremos con los pies descalzos y el alma en silencio allá, al interior del corazón, a la «morada secreta » dónde volveremos a escuchar en Navidad al Verbo, a La Palabra, diciéndonos que no se ha desencantado de nosotros a pesar de nuestras inconsistencias, fragilidades y caídas, porque sus promesas y sus dones son irrevocables…
Regalémonos este santo tiempo de reencuentro con el Amado Señor; suspiremos como el pueblo de Israel, cansado de opresiones, desiertos y cautividades, suspiremos por ese liberador, Aquel que un día puso sus ojos en nuestras vidas a sabiendas de nuestra pobreza y que en esta Navidad que se aproxima quiere hacer rejuvenecer nuestra vocación, ratificar nuestro amor, nuestra opción, nuestro carisma, con toda la alegría y frescura del comienzo y el celo de nuestro fundador….
Hagamos un silencio con María, asombrémonos con ella y como ella ante la elección divina; digámosle : ¿cómo puede ser esto si…» y presentémosle todo aquello que dificulta, entorpece, ensombrece, ahoga, nuestra perseverancia, nuestro entusiasmo, nuestra fidelidad, ya sea al interior del corazón o en el entorno de nuestras congregaciones y lugares de apostolado…
Presentémosle nuestros miedos, arideces, tensiones, vacíos y oscuridades…dejemos que Él disipe la niebla y nos devuelva la certeza de que no es obra nuestra, sino que , como en María , es obra del Espiritu , que como en Ella hará el prodigio de una nueva Encarnación en nosotros…
Dejemos que Cristo se engendre en nosotros, crezca en nosotros y démoslo a luz para entregarlo al mundo con la palabra y el testimonio…
Sea este Adviento definitivo en nuestras vidas, este año de la vida consagrada una ratificación del Don de Dios que representa nuestra vocación y, en camino de conversión recorramos la ruta de la fe contemplando e imitando a Cristo, nuestro Esposo , en este nuevo ciclo litúrgico que ÉL nos regala para gloria del Padre y salvación del mundo…