VATICANO, 02 Feb. 14 / 08:32 am (ACI/EWTN Noticias).- Esta mañana en sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Papa Francisco recordó que las personas consagradas son un signo y un don de Dios, levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna.
Ante los miles de peregrinos llegados a la Plaza de San Pedro a pesar de la lluvia y el frío, el Papa Francisco explicó el significado de celebrar hoy la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo y la Jornada de la Vida Consagrada.
Esta última, dijo, “recuerda la importancia para la Iglesia de todos los que han oído la llamada a seguir a Jesús de cerca en el camino de los consejos evangélicos”.
“El Evangelio de hoy narra que cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al niño al templo para consagrarlo y ofrecerlo a Dios, como lo prescribe la ley judía. Este episodio evangélico es también un icono de la donación de la propia vida por parte de aquellos que, por un don de Dios, toman los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente, el Consagrado del Padre”, explicó el Papa.
Esta ofrenda de sí mismos a Dios “concierne a todos los cristianos, porque todos estamos consagrados a Él por medio del bautismo. Todos estamos llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, haciendo de nuestra vida un don generoso, en la familia, en el trabajo, en el servicio a la Iglesia, en las obras de misericordia”.
“Sin embargo –continuó-, los religiosos, los monjes, los laicos consagrados que, con la profesión de los votos, pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva, viven esta consagración de un modo particular”.
“Esta pertenencia al Señor permite a los que la viven de una manera auténtica ofrecer un testimonio especial al Evangelio del Reino de Dios. Totalmente consagrados a Dios, están totalmente entregados a los hermanos para llevar la luz de Cristo, allá donde se encuentra la oscuridad más densa para difundir su esperanza a los corazones cansados”.
“Las personas consagradas son un signo de Dios en los diferentes ambientes de la vida, son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, profecía del compartir con los pequeños y los pobres”, subrayó el Santo Padre.
Así entendida y vivida “la vida consagrada se nos presenta como es realmente: ¡un don de Dios! Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino. Hay mucha necesidad de estas presencias, que fortalecen y renuevan el compromiso de la difusión del Evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados, de la oración contemplativa; el compromiso de la formación humana y espiritual de los jóvenes, de las familias; el compromiso por la justicia y la paz en la familia humana”.
“La Iglesia y el mundo necesitan este testimonio del amor y de la misericordia de Dios. Por esto es necesario valorar con gratitud las experiencias de vida consagrada y profundizar en el conocimiento de los diferentes carismas y espiritualidad”.
“Debemos orar para que muchos jóvenes respondan su ‘Sí’ al Señor cuando los llama a consagrarse totalmente a Él para un servicio desinteresado a los hermanos”, alentó.
“Por todos estos motivos, como ha sido ya anunciado, el año 2015 estará dedicado de manera especial a la vida consagrada. Encomendemos desde ahora esta iniciativa a la intercesión de la Virgen María y de San José, que, como padres de Jesús, fueron los primeros en ser consagrado a Él, y a consagrar sus vidas a Él”, concluyó el Santo Padre.